domingo, 3 de octubre de 2010

Imágenes de la serie "Transferencia" en el Museo MACAY.












"El unicornio violento y el almohadón azul."
Transferencia, de Camilo Pérez Aguad
Por Christian Núñez Tello (www.conejobelga.blogspot.com


En un ataque de lógica, entras a la sala 2 del MACAY un domingo por la tarde convencido de que es más fácil visitar las exposiciones los días posteriores a su inauguración. Lees primero un anuncio: «utilizo el “transfer” como posibilidad creativa y despliego con ella las inquietudes personales de mi vida y mis vivencias. En la serie de viñetas, titulada precisamente Transferencia, intento transformar circunstancias generales en particulares; pruebo transferir, gracias al “privilegio del dibujo”, una dignidad a nuestro ser cada vez más acosado e indefenso por una sociedad generalizada y global. Lo digo todo, no como denuncia, sino a manera de platicar cómo es que me las arreglo en la vida.»

Rápidamente, las caras de quienes vieron las piezas el Día D salen a empujones de tu memoria. Sus rostros fluctuaban entre la aceptación y el desconcierto. La composición, la técnica, las dislocaciones semánticas. Allí donde veían un elogio del amor, el lenguaje era irónico, directo y hasta cínico. Las mujeres desnudas ostentaban el toque de las vedettes del cine de ficheras. El monstruo de la laguna verde abrazaba una bella dama en topless. La gente no se escandalizó, claro. Y tampoco hizo mayores comentarios, claro. Lo recuerdas y las circunstancias adquieren un matiz surrealista, dadaísta, buñueliano. La lógica no aplica en este cuento.

Él es Camilo Pérez Aguad –«el clásico maniaco-depresivo», dice uno de los transfers con su autorretrato. Si lo tuvieras cerca le preguntarías qué tan en serio habla. Pongamos que lo tienes cerca. Le preguntas si habla en serio. Él responde:  «Ja!... sólo debería quedar como chiste y no dar una explicación que lo eche a perder... aunque (efectivamente) detrás de un chiste se encuentra una buena dosis de verdad. A veces enloquezco (ya con menor frecuencia) y hago todas esas cosas que están narradas en mi autorretrato. ¿Notaron que en realidad se trata de una imagen de Agustin Lara?, es nada más puro "bolero"... Ja!» Esa risa tiene parientes: el «Jo!» de Holden Cauldfield en El guardián entre el centeno.

Mironeas una vitrina de cristal saturada de objetos con curiosidad obsesiva. Antes ya te has cruzado con el unicornio rojo que asoma del estuche en forma de labios, sostenido por dos manos y un almohadón azul. Son Dalí y David Lynch en pleno cotilleo. Transferencia –algo así como un viajecito psicodélico por la mente de Camilo– tiene el argumento de una película que cruza Un perro andaluz con El santo contra las momias de Guanajuato. Un bestiario de personajes absurdos y pintorescos para el cual Camilo ya tiene nombre: La Asociación de Ideas S.A. de C.V. ¿Referencias? Novelas gráficas ochenteras y noventeras, Basquiat, Frida Kahlo y la Gran Familia Surrealista del Universo.

Las piezas transferidas fueron hechas con un bolígrafo, plumones de colores, rotulador y líquido corrector blanco sobre cartón ilustración. Mujeres deudoras de Lina Santos o Angélica Chain, caballeros con rictus de risa grotesca. Y están los ready-mades caprichosos. Un guadañador y otra criatura envuelta en una tela color violeta a lo Man Ray, en la que notamos la fisonomía de un rostro, titulada misteriosamente “Crisis”. Camilo está jugando a la resignificación de las cosas, a la inter/para/meta textualidad, y lo que en apariencia carece de sentido porque no articula un discurso racional es una crítica –tal vez tardía– y una burla –siempre refrescante– de los valores racionales.


«Transferencia se entiende bajo esa óptica», piensas, y sales del museo hacia la plaza del Centro Histórico. Y es como si el Efecto Transferencia se hubiera fugado a las personas y los acontecimientos de la calle. La incoherencia, la súbita intervención del caos, el sueño colectivo y el simulacro. El surrealismo auténtico. Lo primero que haces al llegar a tu casa es mandarle un mail al artista y preguntarle si puede responder algunas preguntas. Y lo hace; sin embargo, las grandes preguntas quedan sin solución. ¿Cuáles son los límites entre la ficción y la realidad? ¿Dónde está el mapa y dónde el territorio? ¿Cómo distinguir entre el original y la copia? Eso nadie lo contesta.

Camilo Pérez Aguad nace en Argentina en 1974 –donde por circunstancias azarosas cursó el profesorado en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón– y radica en México desde 1977. Se ha desarrollado laboralmente en distintas áreas como ilustrador, restaurador y asesor de locaciones fílmicas. Dirige en la actualidad la edición grafica del netzine Apolorama [www.apolorama.com] y afirma categóricamente que «el amuleto que todos deben llevar hasta la llegada exacta del año 2011» es un monstruo de la laguna verde recortable con una vedette desnuda en primer plano, a la altura de sus brazos escamosos. No se diga más.